09 marzo 2004

La enfermedad del hombre

En un mundo cada vez mejor comunicado, y por tanto más unido, va cobrando más fuerza el concepto de globalidad. El ejemplo más evidente podemos verlo en la economía y el cambio hacia la globalización que está experimentado. Y la percepción global del mundo debe afectar también a las personas. ¿Quién de nosotros no tiene amigos en otro continente, habla al menos dos idiomas, o por lo menos no está informado de lo que ocurre en todo el mundo?

La psicología debería asumir dicho cambio y aceptar enfermedades que afecten a la globalidad.

Existen enfermedades fisiológicas, que repercuten directamente en el organismo de la persona afectada. Estas enfermedades poseen unos síntomas que la evidencian. Es decir, el afectado puede creer que está enfermo porque experimenta un empeoramiento de sus condiciones. ¿Qué ocurre cuando no se experimenta? El afectado puede pensar, con razón, que no padece ninguna enfermedad.

Por tanto, retomando el plano psicológico, de por si menos palpable, cuesta más que el afectado perciba esos síntomas y se convenza de estar enfermo. Los problemas desde fuera se ven con más claridad, y suele ser habitual que familiares o amigos del afectado sean los que le abran los ojos.

¿Y por qué un problema psicológico se detecta como una enfermedad? En la medida en que su comportamiento afecte a:
  • Su salud: suicidas, etc.
  • Su relación con su entorno más directo (familia, amistades y trabajo): sentimientos de superioridad o inferioridad, fobias, etc.
  • La salud de los demás: celos, esquizofrenia, etc.
Esta sociedad está enferma. Tiene una carencia de sensibilidad y amor al prójimo.

¿Le interesa realmente a la economía que el dinero de las personas sea destinado a causas sociales? El sistema te propone consumir e invertir en mejorar tu calidad de vida, aumentar tu comunidad y mejorar en tu estatus social. Y eso hacemos. Y cada vez vivimos más a gusto en esa burbuja de placer y felicidad que proporciona el dinero. Pero esto no lo hacemos únicamente porque el sistema lo dicte, sino también nuestro propio organismo, que como el de todo ser vivo, tiende a situarse cada vez en una posición más cómoda y que le proporcione mayor tranquilidad y seguridad. Por tanto trabajamos, trabajamos y trabajamos para conseguir lo que la sociedad nos propone: consumir para que otros puedan también trabajar. Y así tenemos la pescadilla que se muerde la cola: el conflicto.

Y dentro de esa burbuja no vemos más allá de lo cercano. No nos interesa verlo, o a los medios de comunicación, al sistema, no le interesa mostrarnos otra realidad.

¿Qué pasaría si todo lo que ganamos se lo damos al tercer mundo o lo destinamos a causas sociales? Entonces no tendríamos para consumir lo que otros fabrican trabajando. Sólo tendría sentido fabricar productos de primera necesidad. A estas alturas entraríamos en una grave crisis económica.

Y con las máquinas que hoy existen, pocas personas trabajando producirían los productos de primera necesidad de todos. ¿Pero quién podría consumirlas si casi nadie trabajaría? ¿Hemos entrado en una dinámica equivocada?

O cambiamos el sistema o mentalizamos a las personas a que deben aprender a amar al prójimo, a compartir con el vecino o con el que vive a miles de kilómetros.

¿Y cómo mentalizamos a la sociedad a que deje de viajar en un Audi para empezar a viajar en bicicleta y lo que le sobre con el cambio lo comparta? ¿Qué beneficio obtiene a cambio? ¿Es una enfermedad la ambición o las ansias por vivir cada vez más cómodamente y rodeado de productos realmente no necesarios? ¿Es esta la enfermedad de la humanidad que contrajo desde que inventó el dinero?

El vivir cada vez más cómodos, y mejorar nuestro estatus social de cara al qué dirán, aporta una felicidad y un placer tan falso y perjudicial para la humanidad, como la de una droga. Pero la diferencia entre el placer que aporta el consumismo y la que aporta una droga es que una es legal e interesa al sistema y la otra no. ¿Por qué? ¿Por qué ésta última mata? ¿Acaso no mata a miles de personas el que medio mundo no comparta lo que tiene con el otro medio? ¿Qué droga mata a más personas, la consumista o la sintética? Todos somos drogadictos.

Cuanta falsedad e hipocresía. Cuanta estupidez y gregarismo. Qué cómodo es taparse los ojos para que dejen de existir los problemas.

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