29 julio 2003

Filosofía en Matrix Reloaded

Pego una de las dos conversaciones, a mi entender, más interesantes de la película:

---------------------------

[Mercenario] Ustedes creen que saben la respuesta (...) pero no la saben... Ustedes han venido porque les han enviado. Les han dicho que vinieran y han obedecido; así es como funcionan las cosas. Verán, sólo hay una constante, una verdad universal, es la única verdad: causalidad. Acción, reacción; causa y efecto.

[Morpheo] Todo empieza con una elección.

[Mercenario] No! Falso! La elección es una ilusión creada entre los que tienen poder y los que no lo tienen.
(...)
¿Cuál es la causa? Al poco ya no importa. Al poco el porqué y la causa desaparecen y lo único que importa es la sensación en sí misma. Esa es la naturaleza del universo. La combatimos, nos empeñamos en negarla pero con fingimiento: es mentira. Bajo esta equilibrada apariencia, la verdad es que carecemos de todo dominio. La causalidad: no podemos escapar de ella. Somos sus esclavos eternos. Nuestra única esperanza, el único sosiego, está en comprenderla, en comprender el por qué. (...) El por qué es fuente de poder real. Sin él se está indefenso. Y así han venido a mí, carentes de poder. Otro eslabón de la cadena...


---------------------------

La vida pasa rápido, y el ritmo del mundo es tan alto que no podemos profundizar en lo que vivimos. Apenas hay tiempo para analizar el por qué de las cosas. Vive deprisa y por encima. ¿Nos importa cómo funcionen las cosas mientras funcionen? A muchos no. ¿Y por qué creernos que no funcionan?
  • Necesito creer que todo va bien y funciona para que mi vida sea más sencilla.
  • El sistema me hace creer que todo funciona si mi microentorno va bien. Para poder comprar mucho necesito currar mucho... y mientras curro no pienso y soy feliz.
¿Somos libres? ¿La libertad es una ilusión creada entre los que tienen poder y no la tienen?

09 julio 2003

El ser humano

Este es un texto de Arturo Pérez Reverté publicado en una revista:

Sí. Hay mucho gilipollas y mucho tonto con buenas intenciones que ha hecho mucho daño a la humanidad. Nos han contado, en los últimos siglos, que el ser humano es bueno por naturaleza y que la sociedad lo hace malo, y eso es falso. Nos contaron esa milonga.

El hombre no es bueno por naturaleza, eso es mentira, el hombre es un hijo de puta, un tipo que salía de la caverna a cazar, a matar, a follarse a la mejor hembra de la manada ...así es el ser humano, y cuando nos rascan un poco aparecen nuestros peores impulsos. El que es bueno no lo es por instinto, lo es por cultura y por educación.

Cuando yo he sido bueno, en momentos de horror y de terror, lo he sido a mi pesar, haciéndome violencia a mi naturaleza, que me impulsaba a salir corriendo, aunque mi razón me decía: no macho, echa una mano a esta gente. ¿Quién ha dicho que hay una solución?. ¿Por qué tiene que haberla si nunca la ha habido?.

Los hombres se han matado siempre, pero qué me están contando. No creo que el caos tenga solución ninguna, es natural. Además este siglo está retrocediendo con respecto a los anteriores: El siglo XVIII fue el de las ideas, el XIX el de la revolución y la esperanza, el XX el del fracaso de las ideologías, y el XXI el del triunfo del dinero, el caos y el desorden. ¿Y el ser humano?. Tiene muchas veces lo que se merece, porque somos unos hijos de puta.

¿Y el futuro? El futuro va a ser una mierda. ¿Qué nos queda entonces?. Lo que no puedes comprar: el valor, la dignidad, la amistad, la lealtad.....”.


Personalemte me parece un modo muy desesperanzado y simplista de contemplar la conciencia humana. Del blanco al negro hay infinitas escalas de grises... Y el hecho de que tengamos una conciencia social, que nos indique si un comportamiento puede ser bueno o malo, o el que actuemos de una determinada manera (aunque nuestro instinto de "hijo de puta" nos diga lo contrario) me parece un toque de color.

02 julio 2003

Contemplar la inmensidad

Eran las 3:30 am del domingo pasado cuando abandonamos la casa de Tony, para continuar la fiesta por las discotecas de la ciudad. Sin embargo, una extraña necesidad me invadío en ese momento. No quería seguir bebiendo ni bailando apretujado entre la multitud y con miles de watios golpeando en mi cabeza. Todo lo contrario: en aquel momento me apetecía como ninguna otra cosa, mirar las estrellas. Tal vez por el ritmo de vida, tal vez por hacer algo diferente, o tal vez porque lo necesitaba, puse fin a mi juerga de esa noche y dí paso a un momento más tranquilo y reflexivo.

Tras despedirme, emprendí la marcha hacia un lugar perdido en mitad del campo, un lugar donde sabía que nadie me podría molestar, y me permitiera mirar al cielo en calma e intimidad.

No había luna, era una noche cerrada. Coloqué sobre el techo del coche una esterilla donde tumbarme relajado, mirando al cielo. Era como estar en un planetario; mirase donde mirase tan sólo veía el firmamento plagado de estrellas.

En un principio, la sensación era de vértigo; parecía que podría caer hacia arriba... No quitaba ojo al hermoso espectáculo. A medida que pasaba el tiempo, la mirada se volvía más lejana y más profunda. Contemplando la inmensidad, comencé a sentirme inmensamente pequeño. Realmente somos un instante en el tiempo, una piedrecilla que forma parte de un camino infinito. Y ante tal panorama, los valores personales se recolocan… y lo material se vuelve sinónimo de absurdo, y te preguntas ¿hasta dónde nos dejamos arrastrar por los absurdos valores de este mundo?

Vivimos a toda prisa, sin tiempo para profundizar en nada. Tan superficialmente que somos fácilmente manejables, a no ser que de vez en cuando nos demos el privilegio de contemplar la inmensidad. Las cosas verdaderamente importantes no se compran con dinero, pero ellos han conseguido nuestra conformidad a cambio de comodidad, de confort, de escalar posiciones en el status social. Nos dicen lo que debemos consumir porque lo “necesitamos”. Nos hemos vendido y mientras no pensemos, parece que todo está bien. Pero ¿a costa de qué? ¿de quiénes?.